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¡Sobre tu tumba bailaré! (primera parte)

pareja bailando salsa

“Oiga, el que yo sea de abajo
Nadita tiene que ver.
Yo también tengo derecho
de mis hijos mantener y comer.”

Lamento de Concepción.
Tite Curet Alonzo

“Pero si esa canción es la más triste del mundo ¿Cómo la van a volver Salsa?” Me dijo hace unos años una francesa cuando le conté que Yuri Buenaventura, un músico colombiano que probando suerte en Francia, se había dado a conocer en el mundo con su versión de “Ne me quitte pas”, balada original de Jaques Brel. Recuerdo que me quedé pensando qué para los que hemos crecido bajo la influencia de este ritmo musical no nos resulta extraño que las letras más tristes, nostálgicas o melancólicas se vean acompañados por la clave, los metales y las percusiones que le dan el carácter festivo y alegre que pareciera prevalecer en lo que llamamos Salsa, y es que desde el principio de su historia este genero se ha nutrido de todos los ritmos y letras de los que ha podido echar mano para ir creando su sonido e historias.

Al parecer ese preciso mestizaje sonoro fue la razón por la que un periodista venezolano terminara denominando este sonido bajo el nombre de Salsa, sustantivo al que el genio comercial del momento, Jerry Masuchi, decidió sacarle partido y bautizara a todo ese movimiento musical que estaba apareciendo en la costa este norteamérica, adueñándose de las fiestas latinas en Harlem y el Bronx

Todo empieza en Nueva York

En un principio la música y cantos populares llegados de Cuba y Puerto Rico a Estados Unidos a finales de la década de los 50 se enclavaron en Nueva York, cantantes como Arsenio Rodriguez, Miguelito Cuní, Felix Chapotín, Chocolate Armenteros, Tito Rodríguez y Benny Moré resonaban en cada espacio donde hubiera un latino en la Gran Manzana. Empezaba a aparecer una nueva generación, hijos o nietos de inmigrantes aficionados a la música que encontraron en los sonidos del Jazz y las Big Bands la forma de empezar a ser comercialmente rentables los ritmos de sus ancestros y que esos mismos trascendieran de los patios de las casas y discotecas latinas a los grandes escenarios, que pasaran de andar descalzos o en chanclas por la playa a vestirse de frac y zapato blanco en las grandes capitales del mundo. Fue así como la charanga, el cha cha cha, el mambo, la guaracha, la bomba, la plena y otro sin número de géneros afroantillanos pasaron a cobijarse todos bajo el mismo abrigo, Salsa.

¿Cómo se le ocurre bailar el asesinato de alguien? Pues a la Salsa se le ocurre, y sin banalizarlo, pone el dedo en la llaga, denuncia, se canta, se bebe y se baila.

Con la emoción del arranque lo que prevalecía era el ritmo, que el cuerpo por sí solo empezara a moverse, que para los que entendieran o no el idioma lo que importaba era el beat, ese sonido de la clave que se te mete por los oídos y marca el latir del corazón. Muchas veces sus letras no tenían sentido, se volvían abstractas, surreales, o encontraban en la misma musicalidad de la palabra lo que le diera la armonía al tema, de esta manera se explica cómo una letra como la de “Lluvia con Nieve” de 1964 y que no hace más que repetir infinitamente estas tres palabras se haya vuelto tan popular y que no haya perdido vigencia hasta nuestros días, o que Celia Cruz no dejara de cantar "Quimbara" o "Bemba Colorá2 hasta su ultima presentación, o que Pete El Conde Rodriguez cante en un bolero versos dignos de una poesía surrealista como “Madero de nave que naufragó, piedra rodando, sobre sí misma. Alma doliente, vagando a solas, en playas, olas, así soy yo. La linea recta que convergió por que la tuya al final vivió”

Bailando historias

Pero también el mismo ambiente festivo de su música se prestó para tocar temas incómodos para el establecimiento, para hacer denuncias, para transmitir ideas, para denunciar atropellos, es una música marcada por la realidad afrolatina y así mismo se identifica y narra sus alegrías, sus tristezas pero también su dolor y rabia. Bobby Capó, compositor puertorriqueño que escribiera canciones tan románticas como “Piel Canela” o “Dormir Contigo”, en 1959 escribe “El Negro Bembón” con la que nos pone a bailar el asesinato de un hombre al que un policía lo mata simplemente por ser bembón, haciendo una clara denuncia a la violencia policial sobre el pueblo afro en la Isla del encanto. Y es que la Salsa ha tenido siempre esa propiedad, ponernos a bailar hasta lo que culturalmente para occidente no se hace, ¿Cómo se le ocurre bailar el asesinato de alguien? Pues a la Salsa se le ocurre, y sin banalizarlo, pone el dedo en la llaga, denuncia, se canta, se bebe y se baila. Sin querer intelectualizarlo, seguramente quienes a inicios de los 60 bailaron esto en la voz de Ismael Rivera vivieron en carne propia o conocieron a alguien o tuvieron familiares que pudieron pasar esa historia y aún así se enfiestaron bajo el sonido de Cortijo y su Combo.

Otro compositor clave en la historia de la Salsa es Tite Curet Alonzo que bajo esa misma premisa de denuncia escribe “Sobre una tumba humilde” que habla de la pobreza en que algunos deben ser enterrados y lo único que pueden dejar sobre la tumba sus seres queridos es un canto, “Las Caras Lindas” donde se reivindica la raza negra, su belleza, su alegría, su tristeza y sobre todo el orgullo de ser negro o “Plantación Adentro” canción que denuncia los horrores de la época de la colonia en los cultivos de caña del Caribe, una realidad que aunque Tite matiza al decir el año en que ocurre la historia (1745) es una realidad que al día de hoy se sigue viviendo en todo los países Latinoamericanos. 

WIllie, Hector y Rubén, referentes de la Salsa en los 70s

Paradójicamente quien grabara por primera vez esta canción es sin duda el personaje más icónico para este tipo de letras dentro del movimiento de la Salsa, Rubén Blades. Este panameño que, atendiendo a la realidad del pueblo Latinoamericano de la década de los 70 y 80, empieza a escribir letras con un alto contenido social y que gracias a un puesto que se ganó empezando como mensajero dentro del sello Fania, logra llegar a grabar, primero con Ray Barreto y luego con Willie Colón convirtiéndose en una de las parejas más reconocidas en la historia de la Salsa.

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Willie venía de ser el compañero de fórmula de Hector Lavoe, pero cansado de la desordenada vida que llevaba el Rey de la Puntualidad y de la decisión de este último de emprender una carrera como solista, ve en un jovencito como Rubén, la disciplina y el talento necesarios para continuar con la racha de éxitos, y no se equivocó. Pero Rubén no sólo era un cantante más, su formación académica y conciencia social hacía que sus letras tuvieran ese tono que reflejaba su ser interior, no quería cantar por cantar, quería llevar un mensaje y es por eso que desde su primer disco grabado en 1977 con Willie incluye canciones como “Pablo Pueblo” donde cuenta el día a día de un obrero de cualquier país latinoamericano o de un emigrante que debe salir todos los días a trabajar por una poca paga para sobrevivir, donde el pobre “hace del hambre una almohada y se acuesta triste de alma” 

Hay quienes dicen que este es el inicio de la Salsa “consciente” o “intelectual”, lo cierto es que Rubén quiso transmitir un discurso que logró  ser tan potente que su segundo disco con Willie “Siembra” es el disco más vendido en la historia de la Salsa. Este disco, en el que Rubén firma casi todos las canciones, incluía títulos como “Buscando Guayaba” que cuenta la incapacidad de Ruben de encontrar un amor en las calles de Nueva York, “Dime” que le pone todo el sabor salsero  a un despecho interminable, pero sin duda los tracks que le dieron a este álbum el reconocimiento  de la crítica y el público fueron “Plástico” canción en la que se dibuja la superficialidad de la sociedad que observaba Rubén y la que llegara a convertirse en un himno de la Salsa, “Pedro Navajas”. Esta es, tal vez, la canción más famosa de la Salsa de esa generación y que hizo de su coro casi un dicho popular “la vida de ta sorpresas, sorpresas te da la vida.” En esta canción Ruben sigue denunciando una realidad social, esta vez mucho más urbana, nocturna, oculta si se quiere, la prostitución de  las mujeres latinas en la ciudad de Nueva York. “Pedro Navaja” es un cuento corto musicalizado en el que a falta de uno, bailamos a dos muertos, vuelve a aparecer la muerte con ritmo de clave y a la vez que pensamos en ella la bailamos.

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