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Aquellos viejos cassettes

cassettes organizados en cajones

El cassette apareció en 1962 y pocos años después, cuando dejó de ser un elemento que sólo se utilizaba en las oficinas para grabar dictados de cartas y documentos, marcó toda una revolución en el consumo de la música. 

Como su nombre lo indica -en francés cassette significa cajita- se trata de un receptáculo de plástico que alberga una cinta magnetofónica muy pequeña y que resulta muy sencilla de manipular. (Nota: me niego a usar el término casete que en mala hora impuso la Real Academia de la Lengua Española. Para mí un cassette -pronunciado caset-  es un cassette. Un casete no significa nada para mí). Hasta entonces el disco de vinilo era la única fuente disponible de música grabada en los hogares. En algunas pocas casas había grabadoras de cinta de carrete abierto, como las que se utilizaban en los estudios de radio, pero además de ser grandes y costosas, no eran fáciles de usar. 

quienes fuimos niños y jóvenes en los años 70 llegamos a amar los cassettes por sobre todas las cosas

De acuerdo con su duración, los cassettes tenían diversas denominaciones. C-30 (15 minutos por lado), C-60, C-90 y C-120. Los C-90 y los C-120 albergaban más música pero tenían la desventaja de que la cinta debía ser más delgada y se deterioraban con mayor facilidad.

Con el casette llegó a los hogares del mundo un dispositivo económico. Los cassettes podían grabarse una y otra vez. Muy rápidamente la industria comenzó a fabricar aparatos que permitían reproducirlos y grabarlos en condiciones de alta fidelidad y comenzaron a competir en calidad con las engorrosas cintas de carrete abierto y con los mismos discos. Además, los cassettes tenían una gran ventaja: no se rayaban. A comienzos de los años 70 se desarrolló un sistema denominado Dolby, que a grandes rasgos consiste en aumentar las frecuencias altas durante la grabación para que esconda el siseo normal de una cinta magnetofónica y luego bajar esas frecuencias durante la reproducción para establecer la ecualización originar del tema musical. Cuando uno quería darle brillo a la audición apagaba el Dolby y le subía un poco a los bajos del amplificador.

En los años 70 aparecieron cassettes de mejor calidad. Además de los  denominados "normales" aparecieron los CrO2 (dióxido de cromo) que vaya uno a saber por qué ofrecían mejor calidad. Luego se comercializaron los de dióxidp de cromo y óxido férrico (denominados Fe Cr o de ferricromo) y las cintas metálicas. Mejores cintas, mejores grabadoras y reproductores, reproductores de cassettes de gran calidad en los carros... Mejor dicho, el mundo parecía diseñado para que el cassette triunfara por siempre, y mucho más con el lanzamiento del Walkman en 1979, que permitió llevar en el bolsillo un dispositivo de alta fidelidad.

Para muchos de nosotros, que teníamos un acceso muy limitado a los vinilos, pudimos comenzar nuestras colecciones de música gracias al cassette . Es bueno recordar que en aquellos tiempos no existía la apertura económica y el acceso a discos importados era muy limitado. En Colombia se prensaban algunos álbumes de rock, pero la oferta era bastante limitada.

Como el engome con la música era en serio, mi hermano y yo decidimos dibujarles portadas a los discos. en algunas oportunidades era un dibujo inventado por nosotros

Por eso, quienes fuimos niños y jóvenes en los años 70 llegamos a amar los cassettes por sobre todas las cosas. En 1973 mis papás nos regalaron a mi hermano Guillermo y a mí una grabadora Panasonic y un cassette Maxel C-60. Mi primera fuente fueron canciones que grababa de Radio 15 con el precario micrófono del aparato, que pegaba al parlante de un radio transistor Sanyo de pilas monofónico. El resultado, una colección de canciones que arrancaban entre medio y un segundo después de que empezaran y con el característico silbido que identificaba a la emisora y que ponían en la mitad de la canción.

En 1976 mi papá compró una grabadora Sony que incorporó al equipo de sonido de la casa y de esa manera mi hermano y yo ingresamos al maravilloso mundo de la alta fidelidad. Jorge Villa, un primo hermano, también tenía en su casa una grabadora de buena calidad y, además, compañeros suyos del colegio y de la universidad le prestaban discos. Un plan de domingo con mi hermano era ir por la tarde donde los primos Villa y grabar dos o tres cassettes. Otros compañeros del curso también nos prestaban discos que grabábamos en mi casa o nos hacían el favor de grabarnos el cassette.

Grabar un cassette no era espichar un botón que dijera download y ya. No. Grabar un cassette significaba poner a sonar el disco y grabar en tiempo real. así que el favor de grabar un disco era de verdad un gran favor, que yo también hacía con los pocos discos que tenía en aquel entonces.

Como el engome con la música era en serio, mi hermano y yo decidimos dibujarles portadas a los discos. en algunas oportunidades era un dibujo inventado por nosotros, pero en otras intentábamos copiar la portada original del disco, por lo general con un engendro de aquellos tiempos llamado rapidógrafo. Imaginen un bolígrafo puntafina de los de ahora, pero con la característica de que sin previo aviso disparaba goterones de tinta que arruinaban el trabajo de una o dos horas. Entre 1976 y 1982 Guillermo y yo alcanzamos a completar una colección de poco más de cien cassettes.

Cuando me gradué, empecé a trabajar y descubrí las casetas de compraventa de discos de la calle 19 comencé a grabar menos y menos música y a comprar vinilos. Sin embargo conseguí un Walkman (en realidad no era Walkman porque no era Sony sino marca Sharp, con ecualizador gráfico incorporado) y lo conecté al equipo de sonido, una maleta con tornamesa Garrard y amplificador y parlantes KLH que mis papás nos habían regalado de Navidad a Guillermo y a mí en 1974. 

Con el casette llegó a los hogares del mundo un dispositivo económico

A veces lo utilizaba para oir música con auriculares y para ello lo utilizaba con pilas. Una manera de ahorrar electricidad consistía en insertar uno de los carretes del cassette en un lápiz o un esfero Kilométrico y ponerlo a girar a gran velocidad para devolver la cinta o adelantarla sin gastar pilas

Hace unos 30 años no oigo cassettes. Sin embargo, uno de mis mayores tesoros es esa colección de la que aún sobrevive un alto porcentaje. Algunos están destemplados y bloqueados, pero varios de ellos aún se pueden oír.

Todo este relato debe parecer inverosímil en esta época de Google y Wikipedia, de YouTube, Spotify y Deezer, de iPods, celulares y memorias USB que almacenan miles de canciones que se descargan en cuestión de segundos. ¿A quién se le ocurre en nuestros días dibujar la portada de un disco de la que existen centenares de imágenes en Google? ¿En qué cabeza cabe copiar con rapidógrafo y tinta china los créditos de una grabación que están a un click de distancia en Wikipedia?

Precisamente por eso, por ser un testimonio de una época ya muy lejana de mi vida es que le tengo es que le tengo tanto cariño a esos cassettes que hace marras no uso.

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