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Bolivia y su canción comprometida

Estridencias, alaridos y angustia; todo esto es nuestra plegaria, la de hombres rotos y en crisis. Nuestra música es un grito de socorro. Tu conoces a estos jóvenes que con voz sollozante interrogan. Todos nos sentimos representados. Cada vez que golpean la guitarra nos dejan en carne viva. Señor, y tú, ¿dónde estás? ¿Por qué permaneces mudo? Fragmentos de “Oraciones a quemarropa”

Luis Espinal Camps 1932-1980 

A los cinco años de edad, mientras dormía en la habitación de mis abuelos, paramilitares armados con metralletas entraron rompiendo las puertas, llevándose a mi abuelo que era un dirigente minero. -donde lo llevan? Les dije. -a dar un paseo respondieron... Ese recuerdo lo tengo en la retina siempre. 

Debo decir que crecí escuchando todo tipo de música pues en casa teníamos una quinta a la que venían músicos de todas partes para las famosas guitarreadas de mi abuelo. Música folclórica, estudiantinas de música típica, cantores bohemios, cantores de protesta, jazzistas, rockeros, etc. Ese era mi mundo. 

Desde chango (adolescente) siempre me pareció extraño que los “jailones” (de la clase alta, o que lo presumen) tenían el derecho de reclamar por el “pobre o indio”. Yo veía esa cúpula “intelectual” de cantores en La Paz mi ciudad natal, que hablaban en canciones ajenas de justicia para el proletariado, campesino, pobre, desde un sofá cómodo en un barrio privilegiado... tal vez no todos los cantores eran así, pero siempre hubo una elite. Desde el otro lado también vi a ese aimara campesino y citadino dentro de su propio extraordinario mundo. 

Dentro de este siglo XXI las nuevas tendencias musicales van acorde a las necesidades sociales con muchos más nuevos actores que involucran su arte contestatario

Mencionaré  aquí a esos “otros cantores” músicos comprometidos, activistas, gestores, comunicadores, que son hasta ahora una voz importante en todas las protestas sociales, y provienen de distintas partes del territorio boliviano. Su canto comprometido tan diverso como lo es Bolivia va desde la música andina de las tropas de Sicuri, música comunitaria, tocada por campesinos y citadinos, hasta el hip hop contestatario de la ciudad de El Alto de La Paz. En los párrafos siguientes se resume la construcción de un canto contestatario de la realidad boliviana con identidad, mencionando a los actores más relevantes. 

La canción comprometida actual en Bolivia tiene algunas influencias Latinoamericanas, como la nueva trova cubana y la canción contestataria Argentina y Chilena. Antes de estas influencias y a la par se suscitaron otras tendencias originales en el país. 

El canto vital de Nilo Soruco (1927-2004), cantor del Sur de Bolivia y pilar importante de la canción contestataria social y sindical, representa una dicha tendencia original. Su música recorre todo el panorama nacional desde los años 50s a 80s. “La Noche de San Juan” es el título de la canción más emblemática de Nilo, de un pasaje trágico de la historia boliviana allá por los 60s y la sublevación y matanza de los mineros y sus familias en el altiplano. Y es desde aquí durante la década de los 60 que comienza una transformación tanto social como musical. 

Benjo Cruz (1943-1970) fue un cantor argentino que vino a Bolivia inspirado por el Che Guevara y su guerrilla en La Higuera, a ser parte del Ejército de Liberación Nacional ELN. Su canto emblemático y de trinchera fue la bandera universitaria por décadas. Benjamin Cruz murió en combate. El cambió la guitarra por el fusil. 

La música contemporánea con compromiso social en Bolivia tiene varios actores que dieron una voz a los sin voz, recreando algo muy importante: una historia crítica Boliviana desde la canción, que teje un solo telar entre la diversidad social y cultural que tiene el territorio boliviano. 

Ya en los 70s los grupos de rock nacional empiezan a contextualizar el rock importado con los instrumentos y ritmos nativos. Esos ritmos nativos por siglos fueron marginados y no tenían entrada en la ciudad, y hoy en día no se puede prescindir de ellos. Y es la agrupación de rock Wara (Estrella) que comienza a dar origen a un sentir de identidad nacional en la juventud a partir justamente de esa poderosa unión del rock y la música nativa con sus obras Maya, (disco grabado en 1974) Aimara y El Inca (canciones grabadas un año después). 

Es por los 70s también que otras agrupaciones folclóricas comienzan a ofrecer un discurso musical contestatario, resaltando ritmos y tonadas de distintos rincones olvidados de todo el territorio andino y amazónico. Hacen hincapié en los instrumentos y formas musicales de esas regiones, y colaboran con la investigación etnomusicológica fuera y dentro de las universidades. 

 

Entre los 70s y 80s Los cantautores enriquecidos de esos ritmos folclóricos, autóctonos y de “nueva trova cubana” comienzan a establecer una canción con identidad nacional, desde la clandestinidad o exilio. Sus canciones empiezan a tomar forma en las voces de la gente que marchan entonándolas y reproduciéndolas en las radios y en las reuniones de líderes y activistas sindicales para organizar las grandes concentraciones para las marchas multitudinarias. Canciones como “los Mineros Volveremos” de Cesar Junaro del grupo Savia Nueva, “Jallalla” de Jesus “Jechu” Duran, “J’acha Uru” (El día Grande) de José J’acha Flores en la versión de Canto Popular, “El Minero” del grupo Savia Andina son ejemplos. 

También durante estos mismos años los encuentros y festivales de cantautores nacionales e internacionales se hacen más frecuentes dentro de los centros mineros del país y las universidades públicas bolivianas que son autónomas. Se publican cientos de discos con nuevas propuestas de la canción contestataria en diferentes géneros musicales. En el folclore esta: “Vida Pasión y Muerte de Juan Cutipa” obra maestra del guitarrista y cantor Alfredo Domínguez que relata musicalmente y también en doce cuadros al óleo pintados por el mismo Domínguez la vida de un campesino minero, y su otra obra “Evasión”. 

La música contemporánea con compromiso social en Bolivia tiene varios actores que dieron una voz a los sin voz

Surgen en la música instrumental con sentido social comunitario, propuestas como las del grupo Chacaltaya y el compositor Gerardo Yañez Sarmiento. Obras originales de Yañez y de recopilación de la música ancestral andina exaltan los ritmos del Khantu (música ritual), Yaravi (canto melancólico), Baguala (canto triste) entre otros, fortaleciendo la identidad musical comunitaria. 

El cine nacional empieza a tomar su lugar en la crítica social de la mano de compositores como Alberto Villalpando y arreglistas especializados en la música de tradición escrita para la musicalización de los filmes cinematográficos. La Nación Clandestina, Pueblo Enfermo, El Coraje del Pueblo, Yawar Mallku y otras obras del cineasta Jorge Sanjinez son clara muestra de esta nueva visión musicalizada y en contexto con la realidad social del país. Sus temáticas incluyen: el divorcio del campo y la ciudad, el uso de las tradiciones ancestrales y la apropiación de ellas por los de la ciudad, la aniquilación sistemática del campesino por los gobiernos golpistas de ultraderecha en combinación con los países poderosos del norte, y la usurpación de la lógica ancestral andina por parte de los neo-estalinistas y activistas de izquierdas y líderes universitarios. 

 

La música en los filmes mencionados contrasta esa dicotomía de campo y ciudad utilizando herramientas sonoras compositivas y creativas como la música electrónica y la música instrumental orquestal y nativa. Esto se escucha claramente en la película “Mina Alaska” (1968) antecesora a las de Sanjinez una década después. “Mina Alaska”, del cineasta Jorge Ortiz lleva la música compuesta por 

Alberto Villalpando en colaboración con la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia dirigida por Gerald Brown y los músicos folkloristas Gilberto Favre, Alfredo Domínguez y Ernesto Cavour. 

La canción popular se hace dinámica y vigente a medida que va evolucionando la tecnología, los músicos, cantautores, compositores, folcloristas, etc. van armándose de nuevas herramientas para expresar su canto de compromiso social. Los festivales internacionales van nutriendo de nuevas ideas. Cantores y compositores como Matilde Casasola, Emma Junaro, Jenny Cardenas, Luis Rico, Carlos López, los grupos vocales e instrumentales como Canto Popular, Savia Nueva, Savia Andina, Sobrevigencia, son algunos referentes que llegaron a ser muy populares. Actualmente muchos de ellos siguen ofreciendo su arte al servicio de la comunidad. 

Dentro de este siglo XXI las nuevas tendencias musicales van acorde a las necesidades sociales con muchos más nuevos actores que involucran su arte contestatario. Una muestra clara es la obra sinfónica del compositor Javier Parrado y sus “Aceras Liquidas” que narran en el espectro instrumental sinfónico el episodio más sangriento en las calles y aceras de La Paz allá en el año 2003 entre policías amotinados, la sociedad civil en contra de los militares y el gobierno boliviano y que llevo a la huida del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada a los Estados Unidos. 

Los artistas latinoamericanos debemos recurrir a esas músicas que nos fueron legadas y reafirmar nuestras banderas con una propuesta clara de identidad

“Uyaricuna, Ist’asiñani, Nos Escucharemos” (2007) son músicas nativas quechuas y aimaras recopiladas en arreglos orquestales para la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia a cargo de los compositores y arreglistas Willy Pozadas y Javier Parrado. Este proyecto representa la primera vez en la historia de la música boliviana que la orquesta sinfónica está al servicio de la comunidad indígena. 

La música creativa del compositor y músico Oscar García, “hecho en Bolivia” (proyecto de creación y difusión musical) aporta al cine boliviano y a las músicas de distintos intérpretes de la canción comprometida y contemporánea con texturas y sonoridades vanguardistas. 

Manuel Monroy Chazarreta es guitarrista y cantautor de numerosas obras populares de contenido social. Combina varios estilos musicales como el folclore, jazz, rock y hip hop en sus canciones, jugando con la sátira y la reflexión en sus versos. 

Los conflictos políticos de ahora y la complejidad social han esparcido la música contestataria en un saco y la han vuelto partidaria y polarizada a conveniencia. Esa música de protesta que fue precursora está siendo manipulada por una visión binaria de la sociedad boliviana, entre izquierdas y derechas, que ya no se reconocen como tales. 

 

Los compositores, cantores, cantautores, etc. atravesamos una nueva problemática sociocultural que no es la misma que la de hace 40 años atrás en Bolivia. Los retos son distintos pero la lucha es la misma: justicia social, equidad, respeto a la diversidad y a la naturaleza. La alienación de la música comercial facilista ha bombardeado de tal manera que no se puede reconocer una música con un objetivo claro de conciencia contestataria. 

Los artistas latinoamericanos debemos recurrir a esas músicas que nos fueron legadas y reafirmar nuestras banderas con una propuesta clara de identidad. A la vez la conexión que existe entre nuestros países es mucho más cercana hoy en día. Y nuestras músicas están conectadas en la historia contemporánea y dibujan un mapa autentico de nuestro continente en la actualidad. Nuestras músicas son las voces en distintos idiomas con un solo propósito, libertad. 

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