Ana Barajas de Radiocasetera me invita a pensar las relaciones entre música y transformación social en Latinoamérica, y escribe: “nos gustaría muchísimo tener tu punto de vista sobre cómo se está experimentando este tema en Costa Rica y en Centro América en el contexto actual.” Leo sus palabras y recuerdo el título de un artículo reciente, según el cual, en Costa Rica nuestro presidente “duerme tranquilo en una Latinoamérica efervescente” (Suplemento “Dominical”, periódico La Nación, “Personajes 2019”, 15 de diciembre). Sinceramente siento una profunda vergüenza cuando sé que existe esta negación en mi país, como si no fuéramos parte de las crisis que consumen el mundo. Todavía más, cuando nuestros/as políticos/as se pasean por ese mismo mundo que se desmorona, pregonando que somos un “país de paz, ecologista y democrático”. Quienes vivimos aquí sabemos que la realidad es una pasividad temerosa, deseosa de alcanzar un estado de bienestar al que muy pocos pueden acceder, gestionado por una democracia que construye castillos de arena, propiciada por personas que votan sin responsabilidad, guiadas por el fundamentalismo religioso, la xenofonia y la homofobia.
No puedo hablar de Centroamérica, me resultaría inabarcable en 1500 ó 2000 palabras. Los países de la región son muy diferentes entre sí. Las crisis bélicas y las dictaduras militares consumen a nuestros países hermanos. Siento que sería irrespetuoso escribir sobre eso cuando no vivo esas realidades en carne propia. Elijo entonces escribir sobre la experiencia desde Costa Rica, pero primero debo considerar ¿qué transformaciones sociales y qué músicas?, pueden ser representativas de esa experiencia. Durante los últimos años me he dedicado a estudiar las músicas experimentales, así que procuraré ser coherente con eso, incluyendo un elemento común entre las artistas elegidas para este texto: 1) el uso de la música electrónica, y 2) su compromiso con luchas trans-eco-feministas. Ambas características están presentes en artistas que producen hip-hop y Ambient.
Consecuentemente, dado desde Radiocasetera se me solicita elegir “cinco canciones” para una “playlist”, en este breve texto les invitaré a escuchar y pensar conmigo el trabajo de cinco artistas residentes en Costa Rica: Nakury, Nati Vargas (Nativa), Macha Kido, Melómana Distorsión y Alejandro Sánchez Núñez (Begotten). Me disculpo de antemano si al escribir sobre Costa Rica omito nombres, pero para quienes deseen explorar la producción general del país, el programa Audiotopía 101.5 costa rica radio (https://www.ivoox.com/podcast-audiotopia-expedicion-sonora_sq_f1266858_1.html), de mi colega Randall Zúñiga, procura ser lo más exhaustivo e inclusivo posible, dándoles una radiografía sonora amplia de lo que aquí sucede.
Dentro de la música electrónica producida en Costa Rica, existe tendencias nihilistas y cínicas, que materializan narrativas sonoras distópicas sobre el “paraíso tropical” que se vende al turista, y las ciudades-tumores que le crecen al país. Las instituciones culturales han dado visibilidad a estos/as artistas. El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), Teorética, Despacio, Paradis, Casa Ma, Casa Caníbal del Centro Cultural de España, el Instituto de Investigación en Arte de la Universidad de Costa Rica, entre otras, ofrecen residencias para desarrollar proyectos y procesos artísticos de diversa índole. En este contexto, las mujeres que se dedican al hip-hop, representan para mí un nuevo paradigma estético y político en las prácticas artísticas costarricenses. Y esta es la primera vez que me atrevo a escribir sobre su trabajo, como representantes de un “musicar” transformaciones sociales, sumando artistas de música electrónica como el Ambient, a quienes si he dedicado más estudios.
Considero que las luchas trans-eco-feministas marcan pautas importantes en la producción de estas artistas, y que quizás esto nos dé una voz desde Costa Rica, en el diálogo que propone Radiocasetera, pensando las sonoridades de una Latinoamérica que sabe, que entiende, que las dictaduras nunca se fueron (tampoco el fascismo), y que todos/as nuestros/as líderes son corruptibles. Quizás necesitamos dejar de buscar líderes, y empezar a creer en la responsabilidad de cada uno/a de nosotros/as. Encuentro esta disidencia proactiva en el hip-hop de Nakury, Nati Vargas (Nativa), Macha Kido, y en el Ambient de Alejandro Sánchez Núñez y Melómana Distorsión.
En el videoclip anterior, filmado en San José (capital de Costa Rica), Macha Kido nos habla de “Jony (La Romi)” (2017). Expone así una ciudad distópica, de cuerpos en transformación, en lucha. La comunidad LGTB+ en Costa Rica lleva mucho tiempo exigiendo igualdad de derechos y deberes como ciudadanía. La lucha por el derecho y deber a la diferencia y diversidad sexual, como fuerza revolucionaria, está presente en el hip-hop lésbico y trans-sexual de Macha Kido. La historia de la comunidad LGTB+ continúa, y considero que romper con la heteronormatividad sonora es fundamental para romper con los círculos de violencia social que se ejercen sobre cuerpos no-normativos. Lo “Queer” como revolución, para mí esa es la primera parada en este breve recorrido por una Costa Rica sonora trans-eco-feminista.
La violencia contra la Tierra, las personas indígenas, y el femicidio en Centroamérica, son denunciados por Nati Vargas en su álbum Semilla Nativa (2018). En el videoclip de “Furia Ancestral”, ella recorre nuestras ciudades marcadas por muros que gritan y señalan a los agresores. San José tomada por la migración centroamericana que huye de la guerra y de la devastación de la tierra quemada, envenenada, contaminada por las industrias transnacionales con las que nuestros gobiernos hacen pactos de muerte. El activismo eco-feminista en este trabajo de Nativa, es representativo de una de las mayores fuerzas revolucionarias de la región, porque solo asumiendo responsabilidad con esta “Furia ancestral” podremos sobrevivir. Nos están robando la vida, necesitamos sumar esfuerzos para defenderla y protegerla.
En su album Vía (2017), Nakury incluye “Orígenes”, con la participación especial de Guadalupe Urbina (n. 1959), quien junto a Emilia Prieto (1902-1986), es una de las artistas y folcloristas disruptivas más importantes de Costa Rica. El tejido entre folklore y arte de vanguardia marca la obra de Urbina y Prieto, activistas políticas, luchadoras que reivindican la vida digna de los pueblos campesinos e indígenas. La portada del álbum de Nakury remite a estos códigos, representando la ciudad de San José devorada por una selva que la artista recorre en bicicleta, llevando un tocado indígena. Esta imagen refleja para mí el eco-feminismo transeúnte del álbum, que incluye también la colaboración de la artista guatemalteca Rebeca Lane, socióloga, poeta y cantante de rap feminista-anarquista, en la canción “Agárrate” que elijo para esta playlist.
El filósofo Walter Benjamin escribía sobre el Angelus Novus de Paul Klee, como una imagen de nuestra época que, cuando mira hacia atrás, solo puede contemplar las ruinas que deja a su paso. La música Ambient tiene algo de eso, y en el álbum Monumentum (2013) de Alejandro Sánchez Núñez, realizado en honor al poeta costarricense Jorge Debravo, no solo se incluye una meditación sonora sobre algunos de sus poemas más conocidos, si no que en la portada aparece un volcán, el Turrialba, que nos recuerda cómo el único monumento verdadero es la Naturaleza ¿Quienes somos los seres humanos finalmente?, ¿una plaga?, ¿una especie que escribe la crónica de su propia extinción? La poesía de Jorge Debravo lo explica así:
“Soy hombre, he nacido, tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto, que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre (como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces, almuerzo en mis entrañas.
No pido eternidades llenas de estrellas blancas.
… Pido ternura, cena, silencio, pan, casa…
Soy hombre, es decir, animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto, que me dejen usarlas.”
Concluyo esta playlist con “Nocturno” (2019) de Melómana distorsión (Juan Alfaro), quien desde las selvas de Golfito, en la Región Brunca (pacífico-sur) de Costa Rica, nos trae la memoria sonora de lo que realmente es el corazón de nuestro país, materializado en bioacústicas que resisten, paisaje sonoro amenazado por transnacionales y gobiernos corruptos que expolian la vida. Esta es la sonoridad superviviente, más poderosa para mí que cualquier música humana. No existe transformación social posible si no respetamos la vida de otras especies, si no abandonamos nuestro antropocentrismo.
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